La crisis del crecimiento hacia afuera
Las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX y la crisis de los años treinta revelaron los límites del crecimiento hacia afuera. Entre 1914 y 1945 se interrumpió el proceso de globalización de la economía mundial. El comercio internacional, las corrientes de capitales y los movimientos migratorios no recuperaron los niveles previos a la primera guerra mundial.
1) Indica los hechos que interrumpieron el proceso de globalización?
Durante la depresión de los años treinta se desplomaron el sistema multilateral de comercio y pagos y el patrón oro. Los centros industriales, incluida la potencia paladín del librecambio, Gran Bretaña, protegieron sus mercados internos, establecieron regímenes preferenciales de comercio con los países de su zona de influencia y controlaron los movimientos de capitales. El consecuente derrumbe del comercio internacional y de los precios de los productos primarios plantearon problemas sin precedentes en países, como los de América Latina, asociados al orden mundial como proveedores de alimentos y materias primas. La interrupción de las corrientes de capitales agravó aún más las dificultades de los pagos externos....
Las nuevas circunstancias indujeron respuestas distintas a las tradicionales respecto de la inserción internacional. La crisis de los pagos externos obligó a los países a introducir controles de cambios y a restringir las importaciones. Con la excepción notable de Argentina, la mayor parte de los países latinoamericanos entraron en cesación de pagos externos durante los años treinta. La sustitución de importaciones fue la respuesta a la escasez de bienes que ya no podían importarse por la caída de la capacidad de pagos externos. A fines de la década de 1940, el Estado había asumido roles que eran inexistentes antes de la crisis.
La mayor presencia del Estado en el funcionamiento de los mercados en América Latina tenía importantes precedentes en el resto del mundo. La depresión y luego la guerra también ampliaron la función del sector público en los países industriales. ....
En América Latina, la intervención del Estado constituyó una respuesta defensiva frente al derrumbe del contexto mundial dentro del cual había tenido lugar el crecimiento liderado por las exportaciones de productos primarios. Después de la guerra se planteó el desafío de transformar las medidas defensivas en buenas respuestas al dilema del desarrollo en un mundo que reanudaba el proceso de globalización.
1) Explica : ¿Cuáles fueron las medidas tomadas por los Estados frente el derrumbe del proceso de globalización en América Latina?
Las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX y la crisis de los años treinta revelaron los límites del crecimiento hacia afuera. Entre 1914 y 1945 se interrumpió el proceso de globalización de la economía mundial. El comercio internacional, las corrientes de capitales y los movimientos migratorios no recuperaron los niveles previos a la primera guerra mundial.
1) Indica los hechos que interrumpieron el proceso de globalización?
Durante la depresión de los años treinta se desplomaron el sistema multilateral de comercio y pagos y el patrón oro. Los centros industriales, incluida la potencia paladín del librecambio, Gran Bretaña, protegieron sus mercados internos, establecieron regímenes preferenciales de comercio con los países de su zona de influencia y controlaron los movimientos de capitales. El consecuente derrumbe del comercio internacional y de los precios de los productos primarios plantearon problemas sin precedentes en países, como los de América Latina, asociados al orden mundial como proveedores de alimentos y materias primas. La interrupción de las corrientes de capitales agravó aún más las dificultades de los pagos externos....
Las nuevas circunstancias indujeron respuestas distintas a las tradicionales respecto de la inserción internacional. La crisis de los pagos externos obligó a los países a introducir controles de cambios y a restringir las importaciones. Con la excepción notable de Argentina, la mayor parte de los países latinoamericanos entraron en cesación de pagos externos durante los años treinta. La sustitución de importaciones fue la respuesta a la escasez de bienes que ya no podían importarse por la caída de la capacidad de pagos externos. A fines de la década de 1940, el Estado había asumido roles que eran inexistentes antes de la crisis.
La mayor presencia del Estado en el funcionamiento de los mercados en América Latina tenía importantes precedentes en el resto del mundo. La depresión y luego la guerra también ampliaron la función del sector público en los países industriales. ....
En América Latina, la intervención del Estado constituyó una respuesta defensiva frente al derrumbe del contexto mundial dentro del cual había tenido lugar el crecimiento liderado por las exportaciones de productos primarios. Después de la guerra se planteó el desafío de transformar las medidas defensivas en buenas respuestas al dilema del desarrollo en un mundo que reanudaba el proceso de globalización.
1) Explica : ¿Cuáles fueron las medidas tomadas por los Estados frente el derrumbe del proceso de globalización en América Latina?
. El período dorado de la segunda posguerra
Entre 1945 y los alrededores de 1970 las economías industriales, lideradas por la reconstrucción de Europa occidental y Japón y su convergencia con la potencia líder, los Estados Unidos, crecieron a tasas sin precedentes. El producto de los países avanzados creció al 5% anual y el ingreso per cápita al 3.5%. La expansión se reflejó en condiciones generalizadas de pleno empleo, políticas sociales activas y elevación de las condiciones de vida, en un contexto de estabilidad de precios.
Al mismo tiempo, la avalancha de innovaciones en la microelectrónica, el dominio del átomo, la biología y el espacio exterior, amplió las fronteras para procesar y transmitir información, transformar la materia, generar energía e influir en la gestación y desarrollo de los seres vivos.
Estos hechos provocaron un extraordinario impulso a la globalización de las relaciones económicas internacionales. Una vez que concluyó la reconstrucción de posguerra y los países europeos y Japón fortalecieron sus pagos externos, a costa del creciente déficit del balance de pagos de los Estados Unidos, se generalizó la liberación de los regímenes cambiarios y de los movimientos de capitales. Las instituciones de Bretton Woods contribuyeron a reconstruir el sistema multilateral del comercio y pagos que había sido demolido durante el período de desglobalización de la economía mundial.
A su vez, en sucesivas ruedas de negociación en el seno del GATT, se redujeron sustancialmente las barreras arancelarias y no arancelarias al comercio internacional, en particular, con referencia a las manufacturas producidas y exportadas por las economías avanzadas. El nuevo marco regulatorio del orden global, construido bajo el liderazgo de los centros, hizo posible la expansión de las fuerzas integradoras de la economía mundial impulsadas por las nuevas tecnologías.
En el período dorado, el comercio mundial creció a una tasa que duplicó la de la producción, las grandes empresas de los principales países expandieron sus actividades a escala mundial y aumentó la corriente de capitales financieros. El orden global se enriqueció con la aparición de nuevos actores en el escenario internacional, y con la ampliación de los mercados y de las fuentes de recursos y de tecnologías. La persistencia de la guerra fría no obstaculizó el intenso crecimiento de las economías capitalistas ni la fuerte expansión de las transacciones internacionales.
En el período dorado la globalización registró tres características principales. A saber:
Entre 1945 y los alrededores de 1970 las economías industriales, lideradas por la reconstrucción de Europa occidental y Japón y su convergencia con la potencia líder, los Estados Unidos, crecieron a tasas sin precedentes. El producto de los países avanzados creció al 5% anual y el ingreso per cápita al 3.5%. La expansión se reflejó en condiciones generalizadas de pleno empleo, políticas sociales activas y elevación de las condiciones de vida, en un contexto de estabilidad de precios.
Al mismo tiempo, la avalancha de innovaciones en la microelectrónica, el dominio del átomo, la biología y el espacio exterior, amplió las fronteras para procesar y transmitir información, transformar la materia, generar energía e influir en la gestación y desarrollo de los seres vivos.
Estos hechos provocaron un extraordinario impulso a la globalización de las relaciones económicas internacionales. Una vez que concluyó la reconstrucción de posguerra y los países europeos y Japón fortalecieron sus pagos externos, a costa del creciente déficit del balance de pagos de los Estados Unidos, se generalizó la liberación de los regímenes cambiarios y de los movimientos de capitales. Las instituciones de Bretton Woods contribuyeron a reconstruir el sistema multilateral del comercio y pagos que había sido demolido durante el período de desglobalización de la economía mundial.
A su vez, en sucesivas ruedas de negociación en el seno del GATT, se redujeron sustancialmente las barreras arancelarias y no arancelarias al comercio internacional, en particular, con referencia a las manufacturas producidas y exportadas por las economías avanzadas. El nuevo marco regulatorio del orden global, construido bajo el liderazgo de los centros, hizo posible la expansión de las fuerzas integradoras de la economía mundial impulsadas por las nuevas tecnologías.
En el período dorado, el comercio mundial creció a una tasa que duplicó la de la producción, las grandes empresas de los principales países expandieron sus actividades a escala mundial y aumentó la corriente de capitales financieros. El orden global se enriqueció con la aparición de nuevos actores en el escenario internacional, y con la ampliación de los mercados y de las fuentes de recursos y de tecnologías. La persistencia de la guerra fría no obstaculizó el intenso crecimiento de las economías capitalistas ni la fuerte expansión de las transacciones internacionales.
En el período dorado la globalización registró tres características principales. A saber:
a) Un cambio radical en la división internacional del trabajo con un peso creciente del comercio de manufacturas de mayor contenido tecnológico. Baste recordar que, hasta el decenio de 1930, los productos primarios representaban 2/3 del comercio mundial y las manufacturas 1/3. Después de 1945, las proporciones se invirtieron. De este modo, los países industriales acrecentaron su participación en el comercio mundial. Su intercambio recíproco se convirtió en el segmento dominante de la división internacional del trabajo. La antigua relación centro-periferia referida al intercambio de productos primarios y manufacturas fue progresivamente sustituida por la relación centro-centro en el comercio de manufacturas. El proteccionismo de la producción primaria en algunos países, notoriamente la política agrícola de la Comunidad Económica Europea, profundizó estas tendencias
b) La expansión transnacional de las empresas de los países centrales generó una progresiva globalización de los procesos productivos, es decir, de agregación de valor en la cadena productiva a escala mundial.
c) El crecimiento de la liquidez internacional y la integración de las plazas financieras multiplicaron las corrientes de capitales de corto plazo, Esto introdujo en el funcionamiento del sistema financiero mundial una dimensión especulativa sin precedentes históricos. El abandono de las reglas de Bretton Woods en 1971 amplió aún más las oportunidades especulativas de arbitraje de tasas de interés y tipos de cambio entre las diversas plazas y de activos financieros en las bolsas de valores.
América Latina no respondió bien a los desafíos y oportunidades abiertos por estas nuevas tendencias de la globalización en este período. Persistieron en la región políticas que estaban más vinculadas a la fase de desglobalización de los años 1914-1945 que a las nuevas tendencias abiertas después de 1945. De este modo, a pesar de que la tasa de crecimiento del producto, el desarrollo industrial, la urbanización y otros procesos reveladores de la transformación estructural de las principales economías latinoamericanas registraron avances importantes, las respuestas dadas a las nuevas tendencias de la globalización no fueron adecuadas.
En primer lugar, subsistió la composición tradicional del comercio exterior y la tendencia crónica al desequilibrio. La sustitución de importaciones y la industrialización no generaron, en medida suficiente, ventajas competitivas para acceder a los renglones más dinámicos del mercado mundial, esto es, los vinculados con las manufacturas de mayor contenido tecnológico. Surgieron de allí los ciclos de stop-go, vale decir, de crecimiento, detenido periódicamente por el estrangulamiento externo y la necesidad del ajuste. De este modo, declinó la participación de América Latina en el comercio mundial del 14% en 1945 al 5% en 1970.
Por otro lado, el predominio de las filiales de empresas extranjeras en las áreas industriales más complejas debilitó la capacidad de integrar la producción de bienes y servicios con los sistemas nacionales de ciencia y tecnología y con la oferta interna de insumos complejos. De este modo, no se desarrolló suficientemente la capacidad endógena de asimilación y transformación de las tecnologías importadas ni de innovación original. De manera distinta a como la CEPAL había planteado inicialmente el problema de la difusión del progreso técnico, después de 1945 la región siguió careciendo de capacidad para participar plenamente en la difusión de conocimientos en el orden global.
Por último, la vulnerabilidad externa fue agravada por una tendencia generalizada de desequilibrio fiscal y creciente endeudamiento público. Estas tendencias reflejaban la baja capacidad de arbitraje del Estado en las pujas distributivas del ingreso, inherentes a la inestabilidad institucional prevaleciente. La política monetaria no resistió la agresión simultánea desde el frente externo y del deterioro fiscal y, de manera generalizada, convalidó las presiones inflacionarias. La inflación se instaló entonces como un mal endémico durante la fase del crecimiento hacia adentro. Los desequilibrios macroeconómicos estimularon el endeudamiento externo.
Los desequilibrios macroeconómicos resultaron fatales en la nueva fase de la globalización abierta al concluir la segunda guerra mundial. En vez de establecer defensas frente a los riesgos de corrientes financieras internacionales crecientemente volátiles, la desregulación financiera que, en mayor o menor medida, se difundió en nuestros países a partir del decenio de 1970, terminó de crear las condiciones necesarias para un gigantesco endeudamiento externo. En realidad, las respuestas al dilema del desarrollo en el mundo global en el período fueron más que malas, pésimas.
c) El crecimiento de la liquidez internacional y la integración de las plazas financieras multiplicaron las corrientes de capitales de corto plazo, Esto introdujo en el funcionamiento del sistema financiero mundial una dimensión especulativa sin precedentes históricos. El abandono de las reglas de Bretton Woods en 1971 amplió aún más las oportunidades especulativas de arbitraje de tasas de interés y tipos de cambio entre las diversas plazas y de activos financieros en las bolsas de valores.
América Latina no respondió bien a los desafíos y oportunidades abiertos por estas nuevas tendencias de la globalización en este período. Persistieron en la región políticas que estaban más vinculadas a la fase de desglobalización de los años 1914-1945 que a las nuevas tendencias abiertas después de 1945. De este modo, a pesar de que la tasa de crecimiento del producto, el desarrollo industrial, la urbanización y otros procesos reveladores de la transformación estructural de las principales economías latinoamericanas registraron avances importantes, las respuestas dadas a las nuevas tendencias de la globalización no fueron adecuadas.
En primer lugar, subsistió la composición tradicional del comercio exterior y la tendencia crónica al desequilibrio. La sustitución de importaciones y la industrialización no generaron, en medida suficiente, ventajas competitivas para acceder a los renglones más dinámicos del mercado mundial, esto es, los vinculados con las manufacturas de mayor contenido tecnológico. Surgieron de allí los ciclos de stop-go, vale decir, de crecimiento, detenido periódicamente por el estrangulamiento externo y la necesidad del ajuste. De este modo, declinó la participación de América Latina en el comercio mundial del 14% en 1945 al 5% en 1970.
Por otro lado, el predominio de las filiales de empresas extranjeras en las áreas industriales más complejas debilitó la capacidad de integrar la producción de bienes y servicios con los sistemas nacionales de ciencia y tecnología y con la oferta interna de insumos complejos. De este modo, no se desarrolló suficientemente la capacidad endógena de asimilación y transformación de las tecnologías importadas ni de innovación original. De manera distinta a como la CEPAL había planteado inicialmente el problema de la difusión del progreso técnico, después de 1945 la región siguió careciendo de capacidad para participar plenamente en la difusión de conocimientos en el orden global.
Por último, la vulnerabilidad externa fue agravada por una tendencia generalizada de desequilibrio fiscal y creciente endeudamiento público. Estas tendencias reflejaban la baja capacidad de arbitraje del Estado en las pujas distributivas del ingreso, inherentes a la inestabilidad institucional prevaleciente. La política monetaria no resistió la agresión simultánea desde el frente externo y del deterioro fiscal y, de manera generalizada, convalidó las presiones inflacionarias. La inflación se instaló entonces como un mal endémico durante la fase del crecimiento hacia adentro. Los desequilibrios macroeconómicos estimularon el endeudamiento externo.
Los desequilibrios macroeconómicos resultaron fatales en la nueva fase de la globalización abierta al concluir la segunda guerra mundial. En vez de establecer defensas frente a los riesgos de corrientes financieras internacionales crecientemente volátiles, la desregulación financiera que, en mayor o menor medida, se difundió en nuestros países a partir del decenio de 1970, terminó de crear las condiciones necesarias para un gigantesco endeudamiento externo. En realidad, las respuestas al dilema del desarrollo en el mundo global en el período fueron más que malas, pésimas.
Hasta la convulsión financiera asiática de los últimos meses, la llamada crisis de la deuda externa fue un problema esencialmente latinoamericano. Durante la fase de desregulación financiera y endeudamiento, de fines de los años sesenta y la década siguiente, América Latina tuvo un papel significativo en el mercado financiero internacional. Tanto, que el grado de exposición de numerosos bancos acreedores, particularmente norteamericanos, comprometió exageradamente su patrimonio neto y solvencia. Sólo en la crisis de 1890, con los préstamos de la Casa Baring a la Argentina, y, actualmente, con los problemas de varios países de Asia, el sistema financiero de los centros soportó tensiones semejantes originadas en operaciones con la periferia.
El protagonismo financiero de América Latina coincidió con la declinación de la importancia real de la región en la economía mundial. Su participación en la producción y comercio internacionales siguió disminuyendo sin pausa. En tiempos recientes, debido sobre todo al atractivo del proceso de privatizaciones, la región recuperó protagonismo en las corrientes de inversiones privadas directas. Pero los movimientos de capitales de corto plazo siguen siendo un componente central de la vinculación latinoamericana con las plazas financieras internacionales.
El proceso de endeudamiento externo de América Latina marca una diferencia importante con la experiencia histórica de la misma región. En efecto, hasta la primera guerra mundial, las inversiones extranjeras eran predominantemente aplicaciones directas en la explotación de recursos naturales y el desarrollo de la infraestructura, más inversiones de cartera de largo plazo. Por otra parte, el mayor endeudamiento en ese período coincidió con un incremento generalizado de la capacidad de pagos externos sustentada en el aumento de las exportaciones y de la participación de la región en el mercado mundial. En tales condiciones, no existía, como sucede en la experiencia contemporánea, una situación de insuficiencia crónica de los pagos internacionales.
En años recientes, las malas respuestas a la globalización fueron atribuidas a la visión de la CEPAL y a sus recomendaciones de política. Nada más lejano de la verdad. Respecto del sector externo, Prebisch y la CEPAL llamaron tempranamente la atención sobre la necesidad de generar ventajas competitivas dinámicas y expandir las exportaciones. Entre otras propuestas, la de la integración regional pretendía ampliar el mercado para el proceso de transformación y fortalecer la capacidad competitiva externa de la producción latinoamericana.
En materia fiscal y monetaria a Prebisch, menos que a nadie, se le puede atribuir descuido respecto de la importancia de los equilibrios macroeconómicos. Prebisch nunca dejó de ser in pectore un banquero central, función en la cual acreditó su prestigio en Argentina y América Latina durante el decenio de 1930 y los primeros años de la segunda guerra mundial. Cuando Prebisch volvió a la Argentina para asesorar al gobierno de su país, después de la caída del gobierno de Perón en 1955, se le criticó intensamente por su énfasis en la importancia de la moneda sana, la estabilidad de precios y los equilibrios macroeconómicos. Algunos de sus discípulos argentinos lo criticamos entonces por lo que estimábamos su excesivo rigor ortodoxo. Sus propuestas fueron, en definitiva, no atendidas.
Los desequilibrios macroeconómicos que predominaron en América Latina durante la fase de crecimiento hacia adentro y la creciente vulnerabilidad externa de la región nada tienen que ver con las propuestas fundacionales de Prebisch y la CEPAL. Esa experiencia responde a factores más complejos, reveladores de la incapacidad histórica de América Latina de responder con eficacia a los dilemas del desarrollo en el mundo global.
El protagonismo financiero de América Latina coincidió con la declinación de la importancia real de la región en la economía mundial. Su participación en la producción y comercio internacionales siguió disminuyendo sin pausa. En tiempos recientes, debido sobre todo al atractivo del proceso de privatizaciones, la región recuperó protagonismo en las corrientes de inversiones privadas directas. Pero los movimientos de capitales de corto plazo siguen siendo un componente central de la vinculación latinoamericana con las plazas financieras internacionales.
El proceso de endeudamiento externo de América Latina marca una diferencia importante con la experiencia histórica de la misma región. En efecto, hasta la primera guerra mundial, las inversiones extranjeras eran predominantemente aplicaciones directas en la explotación de recursos naturales y el desarrollo de la infraestructura, más inversiones de cartera de largo plazo. Por otra parte, el mayor endeudamiento en ese período coincidió con un incremento generalizado de la capacidad de pagos externos sustentada en el aumento de las exportaciones y de la participación de la región en el mercado mundial. En tales condiciones, no existía, como sucede en la experiencia contemporánea, una situación de insuficiencia crónica de los pagos internacionales.
En años recientes, las malas respuestas a la globalización fueron atribuidas a la visión de la CEPAL y a sus recomendaciones de política. Nada más lejano de la verdad. Respecto del sector externo, Prebisch y la CEPAL llamaron tempranamente la atención sobre la necesidad de generar ventajas competitivas dinámicas y expandir las exportaciones. Entre otras propuestas, la de la integración regional pretendía ampliar el mercado para el proceso de transformación y fortalecer la capacidad competitiva externa de la producción latinoamericana.
En materia fiscal y monetaria a Prebisch, menos que a nadie, se le puede atribuir descuido respecto de la importancia de los equilibrios macroeconómicos. Prebisch nunca dejó de ser in pectore un banquero central, función en la cual acreditó su prestigio en Argentina y América Latina durante el decenio de 1930 y los primeros años de la segunda guerra mundial. Cuando Prebisch volvió a la Argentina para asesorar al gobierno de su país, después de la caída del gobierno de Perón en 1955, se le criticó intensamente por su énfasis en la importancia de la moneda sana, la estabilidad de precios y los equilibrios macroeconómicos. Algunos de sus discípulos argentinos lo criticamos entonces por lo que estimábamos su excesivo rigor ortodoxo. Sus propuestas fueron, en definitiva, no atendidas.
Los desequilibrios macroeconómicos que predominaron en América Latina durante la fase de crecimiento hacia adentro y la creciente vulnerabilidad externa de la región nada tienen que ver con las propuestas fundacionales de Prebisch y la CEPAL. Esa experiencia responde a factores más complejos, reveladores de la incapacidad histórica de América Latina de responder con eficacia a los dilemas del desarrollo en el mundo global.
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